No es un libro de autoayuda, aunque el título pudiera sugerirlo. No, se trata de un regodeo en el lodazal; una broma de mal gusto, bronca y cruenta, no obstante divertida, siempre y cuando el lector sea capaz de reírse de las miserias cotidianas que bien pudieran haberle salpicado en alguna ocasión. Y es que llevar una vida gris (de mierda) no tiene ningún mérito. El protagonista de la novela se encuentra en esa tesitura, lo que viene a ser la media, vamos. Será un evento personal dramático (y por tanto, nimio para el Plan Universal) lo que le obligue a reorientar su tedio vital hacia derroteros nada lógicos según los plácidos y autocomplacientes cánones burgueses, conduciéndolo a excesos y extremos que ni él mismo podría imaginar, ni el lector predecir. El sexo lo impregnará todo de diferentes maneras, con diversas texturas, aunque siempre con pelajes terrenales, sinceros y reales. Tanto que, tal vez, el lector saque alguna conclusión sobre sus propias verdades mientras mantiene ocupadas ambas manos.